Dice la Escritura que Dios formó al hombre del polvo, del barro de la tierra. De hecho, este es un material bastante ordinario, pues está por todos lados pero además es dúctil y frágil pero del cual se pueden hacer vasijas hermosas. Dice también la Escritura que Dios, al terminar de formar al hombre del barro, sopló Su aliento o Su espíritu de vida en ese ser que había creado. Así que Dios decidió poner el tesoro, que es Su Espíritu, Su aliento, Su propia naturaleza espiritual, en vasos de barro...
La belleza y la grandeza y el poder y la eternidad y la santidad del Espíritu contenido, oculto, y hasta en cierta medida "atrapado" en unas frágiles y perecederas vasijas barro... WOW! Así que soy una mezcla desbalanceada, en ocasiones más obvio de lo que quisiera, de Espíritu y barro.
Veo esa misma tensión entre el Espiritu y el barro cuando deseo vivir con mi mirada puesta en lo eterno y lo celestial pero lucho con la atracción y seducción que producen en mi las cosas terrenales - no es que todas la cosas terrenales sean malas sino que he ido descubriendo que simplemente me distraen y me hacen quitar la mirada de lo eterno y de lo que permanece para siempre, aquello que es del Espíritu.
Bendito sea Tu nombre para siempre, oh Gran y Maravilloso Espíritu Creador de todo lo que existe, nuestro Dios, nuestro Señor, nuestro Salvador... quien fue manifestado y revelado también en barro... bendito seas Tu... JESUS...
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