En
el Caribe, cada año entre los meses de junio a octubre se presenta
la temporada de huracanes. Los huracanes son fenómenos naturales que
pueden ser muy poderosos, peligrosos y dañinos pero a la misma vez
sirven para traer el agua de lluvia que mitiga los tiempos de sequía
del verano, purifican la atmósfera, y distribuyen el calor atrapado
sobre los océanos . Dentro del argot meteorológico se ha denominado
como cono de incertidumbre esa área geográfica donde posiblemente
el huracán puede pasar. Así que cuando las nubes oscuras cubren el
cielo azul sabemos que la tormenta se acerca y que pronto veremos su
despliegue de poder traducido en agua, viento, luz y sonido…
La noche antes que llegara la tormenta Irene (que en griego significa paz) saqué a pasear a mi perro Maki, un precioso labrador negro. Mientras lo paseaba por mi vecindario pensé que la noche estaba rara… estaba con esa calma que antecede la tormenta. Regresé a casa guardé algunas cosas que habían en el patio y me acosté sabiendo que pronto Irene llegaría a quitarnos la paz. Dormida ya, y luego de la medianoche me levantó el fuerte viento y el ruido de la lluvia en mi ventana… llegó Irene… pude ver el despliegue de luz a través de mi ventana y escuchar el temblor y el poder de sus sonidos. Como era de noche y estaba dormida no pude ver cuando se acercaron las nubes oscuras que presagian las tormentas pero sí pude notar como las nubes ocultaban las estrellas y resplandor de la luna nocturnal. Yo sabía que la luna estaba llena y que las estrellas brindaban su fulgor pero no lo podía ver porque estaban veladas… ocultas tras el denso y amplio paño de nubes de tempestad…
La noche antes que llegara la tormenta Irene (que en griego significa paz) saqué a pasear a mi perro Maki, un precioso labrador negro. Mientras lo paseaba por mi vecindario pensé que la noche estaba rara… estaba con esa calma que antecede la tormenta. Regresé a casa guardé algunas cosas que habían en el patio y me acosté sabiendo que pronto Irene llegaría a quitarnos la paz. Dormida ya, y luego de la medianoche me levantó el fuerte viento y el ruido de la lluvia en mi ventana… llegó Irene… pude ver el despliegue de luz a través de mi ventana y escuchar el temblor y el poder de sus sonidos. Como era de noche y estaba dormida no pude ver cuando se acercaron las nubes oscuras que presagian las tormentas pero sí pude notar como las nubes ocultaban las estrellas y resplandor de la luna nocturnal. Yo sabía que la luna estaba llena y que las estrellas brindaban su fulgor pero no lo podía ver porque estaban veladas… ocultas tras el denso y amplio paño de nubes de tempestad…
Así mismo, nuestra vida, en muchas ocasiones, se ve amenazada por tormentas y situaciones que amenazan con destruirnos… Dios queda oculto e invisible detrás del velo de nubes que presagian el dolor, la dificultad y el sufrimiento. De repente, somos nosotros los que nos encontramos en ese cono de incertidumbre dónde nos hacemos preguntas tales como: ¿Qué está pasando? ¿Por qué está pasando esto? ¿Qué se supone que hagamos en este momento? Las respuestas pueden ser sencillas pero en ocasiones demasiado profundas para ser asumidas con inmediatez,… porque no entendemos a plenitud que es lo que está ocurriendo. Respuestas como: "estás en medio de una tormenta… porque Dios lo ha permitido… y lo más recomendable es que en medio de la tormenta te estés quieto porque así evitas daños, peligros mayores"... Lo interesante de las tormentas de la vida es que por medio de ellas tenemos la oportunidad de conocer más profundamente al Dios que está velado.
Las tormentas son espectaculares y estas pueden aturdirnos por los múltiples elementos que actúan simultáneamente y nuestra atención se nos escapa en distintas direcciones… el rugir del viento, la insistente lluvia, los relámpagos, los rayos, los truenos y las densas nubes ocultando el cielo… repentinamente el diáfano cielo, el cual es el trono de nuestro Dios, está oculto a nuestros ojos… el cielo se cierra ante nosotros y el silencio divino invade nuestra alma durante la tormenta. ¿Por qué ese pesado silencio?... ¿Es qué no podemos escuchar porque estamos asombrados por la tormenta misma?... ¿O no podemos escuchar porque Dios decide guardar silencio en medio de las tormentas de nuestra vida?
Sea como sea ese silencio divino nos resulta angustioso y no poder ver a Dios nos causa una incertidumbre que no deseamos experimentar. Dios queda oculto a nuestros ojos. Dios está velado por las circunstancias que nos rodean. Las nubes del dolor, del sufrimiento, de la angustia obstruyen nuestra visibilidad del Santo... pero he aquí que, a la misma vez, tanto las nubes como la tormenta misma sirven de evidencia de Su presencia…
“Jehová
marcha en la tempestad y el torbellino,
y las nubes son el polvo de
sus pies.”
(Nahúm 1.4b)

No hay comentarios:
Publicar un comentario